Nosotros somos los niños de ayer

Lo vemos en todas partes: muchísimas personas sin empleo, jóvenes drogándose en plena calle, delincuencia, impunidad... ¿Quién lo permite? Nosotros. Todos nosotros.

 

Vivimos con la equivocada idea de pensar o decir "yo no fui", "así estaba", "a mí no me toca", “yo no vi nada” o "no es mi problema".

 

Me asombra el descaro en la sociedad cuando alguien dice: "El gobierno permite..." ¡Acaso no lo hacemos todos! ¿Acaso no tenemos todos esa responsabilidad?

 

Hoy, caminando por una calle cerca de Rivera de San Cosme, en el D.F., vi a un muchacho delante de mí, andaba con relativa calma –en ese momento me pareció desidia–. Estaba justo frente a mí y a una señora, como de 40, bien arreglada y que también iba de prisa. (Estamos tan acostumbrados a caminar apresuradamente en todas las áreas de nuestra vida, que la vida misma se nos olvida. Lamentable, pero así es).

 

De pronto, un hedor me sacó de mi reflexión: era marihuana. Busqué discretamente la fuente de ese desagradable olor y no la encontré. Entonces noté que la mujer delante de mí refunfuñaba ligeramente: era el muchacho. Un joven de unos 16 años, no más, con aparente buen nivel socioeconómico. Apresuré mi paso para cerciorarme y era él precisamente.

 

Sentí a mi corazón encogerse y a mi respiración casi desaparecer. "¡Pero si es casi un niño!", pensé primero. “No importa, es un niño con problemas”, fue mi segunda idea. Y eso era. Aún miré atrás para verlo un poco más, cuando escuché de lejos el sonido de un encendedor y después lo vi fumar. ¡Oh, qué tristeza!

 

Pensé en hacer algo: decirle a un policía –no había uno cerca–, llamar a un señor para que lo detuviera –a mí me vencería con su fuerza, gran pretexto–... Entonces me di cuenta: a nadie le importa realmente. Nadie tiene el valor –y me incluyo– para romper esa barrera. Todos seguimos caminando –"nadie vio nada"– y sentí mucha vergüenza e impotencia.

 

Tal vez yo no pueda evitar que un chico así se drogue. Tal vez no pueda evitar que las personas seamos indiferentes cuando vamos por la calle ante un evento aislado como ese. (O tal vez sí. Tengo que trabajar eso). Pero hay algo que sí puedo hacer: puedo influir en los niños.

 

Todos fuimos niños alguna vez.

 

Hubo un tiempo en que todo lo aprendimos, en que no juzgábamos, no temíamos, ¡nos atrevíamos! y, sobre todo, aprendíamos. Luego, la antipatía que nos ha precedido desde tiempos inmemoriales nos fue moldeando “a su imagen y semejanza”. Y, finalmente, hoy somos la sociedad que somos: la que se agacha, la que permite injusticias, la que abusa de otros, la que envidia, la que murmura... ¡Ya no más!

 

No dejemos que esta idiosincrasia trascienda otra vez. Tenemos que corregir nuestra educación. Empecemos por los niños...

 

Por ello existe OMAFANI, mi iniciativa.

 

 

Te invito a que no te conformes, a que no temas, a que te atrevas a dejar un granito de arena en esta playa tan vacía. Hay mucho por hacer. Yo ya empecé. ¿Tú qué harás? :)